En el mismo instante en el que sales del vientre de tu madre y el aire llena por primera vez tus pulmones, aceptas un contrato vitalicio el cual no puedes negarte a firmar y con unas cláusulas no negociables que no puedes rechazar y debes acatar si quieres sentirte parte del circo al cual acabas de entrar: juega a nuestro juego y sé feliz; ese es el mensaje de bienvenida que te dieron cuando naciste, es el mensaje de bienvenida que quieres dar a tus hijos? Más tarde, en tu adolescencia, cuando ya te han programado para que seas una "persona de provecho" (del suyo, en concreto), piensas y examinas las diferentes opciones desde una serie de prismas predefinidos, a uno de los cuales te has adscrito; ya sea como abogado, biólogo, panadero o ingeniero, verás la vida filtrada por tu profesión y respetando una y cada una de las cláusulas que, recuerda, firmaste irremediablemente al nacer. Pero en cualquier caso, nunca te dejarán barajar las opciones como una persona libre.
Somos Hijos de la selva; no sabemos si existen Dios, los números, las ideas o los múltiples universos; sabemos que el tiempo pasa y no puedes desperdiciarlo intentado hallar una solución a aquello que no la tiene.