Se dice que es normal e incluso aconsejable que, entre la aparición de un nuevo descubrimiento, sea de la índole que sea y la asimilación y aplicación del mismo por parte de la humanidad, transcurra un periodo de adaptación en el que, en términos generales, haya detractores, escépticos y promulgadores. Han transcurrido más de dos milenios desde que se formalizaran las falacias lógicas, en mi opinión, un tiempo más que suficiente para que el ser humano deje de una vez de incurrir en todas ellas constantemente. Dos mil años justificando acciones horrendas con razonamientos inadecuados para acreditar la conclusión a la que se quiere llegar; en definitiva, tratar de convencer apelando a elementos infundados y, en muchas ocasiones, ilógicos. Es, en efecto, lo que estás pensando ahora mismo; el continuo empleo por parte de los políticos de la falacia, el hacer de ésta una herramienta de trabajo para conseguir su único fin, ahí radica la mayor lacra de la humanidad. No estoy en contra
Somos Hijos de la selva; no sabemos si existen Dios, los números, las ideas o los múltiples universos; sabemos que el tiempo pasa y no puedes desperdiciarlo intentado hallar una solución a aquello que no la tiene.