Comenzaré por un ejemplo; en cada rincón de la ciudad, cuando abres una revista, en las páginas más importantes de cualquier periódico y, por supuesto, inundando esa pequeña gran ventana a la que estamos tan enganchados, desde siempre te han vendido que un coche es sinónimo de libertad; es más, recuerdo hace unos años, que cursé una asignatura de medio ambiente, donde ni se planteaba como hipótesis el avance de la sociedad hacia un transporte público de uso masivo y generalizado, alegando que un coche es libertad y, por tanto, acciones de este estilo, atentaban contra la propia de los ciudadanos. Todo esto sabiendo a ciencia cierta que el transporte es uno de los sectores que más recursos energéticos gasta; no sólo en combustible asociado directamente a su fuerza motriz sino, por otro lado, debido a la enorme infraestructura necesaria para circular en coche con seguridad. Al parecer, cuando das el contacto de tu coche, un mágico mundo de oportunidades infinitas se abre
Somos Hijos de la selva; no sabemos si existen Dios, los números, las ideas o los múltiples universos; sabemos que el tiempo pasa y no puedes desperdiciarlo intentado hallar una solución a aquello que no la tiene.