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Llueve

Una noche de lluvia que se lleva todas las huellas y deja la calle nueva, lista para contemplar nuevas historias de nuevos transeúntes y de viejos conocidos.

Los tacones de Laura, las botas de Álvaro. Todos dejarán un rastro que se desvanecerá cuando llueva de nuevo. La emoción de un nuevo trabajo, la tristeza de un ser querido que se ha ido sin haberse despedido.

No impronta cuál fuerte sea la impronta, cual tenaz el anhelo ni la virtud de lo conseguido. El agua, gota a gota, disuelve hasta el más firme de los pasos y los lleva al cauce donde lo trascendental comparte cama con lo mundano.

Y hasta el más intenso perfume de la pasión carnal de los enamorados, sucumbe paulatinamente ante el eco del golpeo del agua en los suelos adoquinados. ¿Para qué sentir que te adoro, si todo quedará olvidado? ¿Por qué esforzarse, si al final todo esfuerzo es en vano? Tal vez porque pese a que el agua borre la huella de lo que en esa calle ha pasado, nunca podrá arrebatarnos aquello en lo que esos pasos nos han transformado.

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