La infinidad de libros de historia que copan las estanterías en las bibliotecas, crean en tu mente una percepción virtual de la historia de la humanidad; no estuviste allí, no viviste la revolución industrial, ni la revolución francesa ni la aria, pero, sin embargo, las recuerdas perfectamente. Y aunque la historia esté escrita por los vencedores, también hay una pincelada de los vencidos, que esbozaron su versión a través de historias e historietas.
Con este compendio de sabiduría recogido en la palma de tu mano, puedes imaginar el estilo de educación que se creó hace unos pocos siglos, la llamada educación Victoriana. Era un planeta de contrastes, en el que la mayoría de la gente era analfabeta y lo más lejos que había viajado era a la casa del vecino; los libros, escasos tesoros, no permitían contrastar la sabiduría sobre los que ellos, alguien, en algún momento de inspiración, había plasmado como verdad absoluta. Los sabios eran inaccesibles para el proletario y guardaban con recelo su conocimiento en una materia gris en descomposición que perecía transcurridas unas pocas décadas. Eres consciente de la cantidad de conocimiento que se habrá perdido, a lo largo de los siglos, por el simple hecho de no haberlos difundido? Si nos creemos avanzados, no quiero imaginar dónde podríamos estar si hubiéramos asentado la civilización en las bases de la difusión.
Paralelamente, una explosión de tecnología y virtuosismo inundaron el azul orbe, cubriéndolo con un manto de tecnolgías que facilitaban el día a día; así se acuñó un nuevo término que se grabó a fuego en los corazones humanos: El Progreso. Una nueva era de posibilidades nació, comprendiendo que nuestras mentes podían manipular la materia a su antojo; no había nada imposble, sólo era cuestión de tiempo.
La dualidad ignorancia progreso suscitó una necesidad, la de formar a la gente. Se necesitaba un modelo de aprendizaje que fabricara fotocopias para poder, literalmente, mover los férreos mecanismos que traccionaban la nueva época. Te educaban para ser un engranaje y cuanto mejor engranaje eras, mejor se te concebía en la sociedad. Pero no dejabas de ser un engranaje. La creatividad y el fomento del emprendimiento se relegaron a un segundo plano; no interesaba que la gente pensase libremente, si no que lo hiciera para la causa, la de las máquinas. Comenzamos a trabajar para las máquinas y así has acabado, siendo una máquina.
Pero las estrellas se apagan, los ídolos se derrumban y los imperios caen; no ha de ser diferente con el sistema educativo ya que, en esencia, se trata de un grupo de reglas y metodologías ideadas por los humanos, no un axioma divino e inamovible.
Sería impensable pensar hace trescientos años que no se instruyera a un joven en el arte de la esgrima. Quieres decirme en qué colegio enseñan esgrima como asignatura olbigatoria hoy en día? Es más, quién de los que te rodean saben si quiera manejar una espada? La sociedad evoluciona y sus necesidades como tal, también. No enseñamos a los niños a usar máquinas de escribir ni a conectar hilos en una centralita telefónica, pero sin embargo, seguimos en la era de inculcar cosas, de crear fotocopias y de avalar los conocimientos con títulos. De qué me sirve un certificado de inglés si puedo realizar una videoconferencia desde cualquier parte del mundo con el aspirante a un puesto? Para que necesitos títulos que demuestren nada si puedo consultar su página personal, donde están expuestas sus habilidades en forma de vídeo, imagen y texto?
Por mi experiencia y seguramente por la tuya, verás cantidad de personas con títulos que son, con perdón, auténticos inútiles y, sin embargo, una gran cantidad de talento desperdiciado por no doblegarse al sumiso poder de la titulocracia. Los títulos no inventan, los títulos no progresan, los títulos no avanzan; no son más que una burda manera de filtrar aspirantes en un mundo sobresaturado por la oferta de estos. Tenemos que comenzar a seleccionar de otra manera ya que las posibilidades que internet ofrecen son prácticamente infinitas.
Y todo esto ha de aderezarse con un drástico giro en el método educativo, hasta el punto de la casi total extinción del mismo, pues esta no es la era de los engranajes, la es de la inspiración, de la vanguardia, una era en la que cualquier chaval coge un ordenador y crea grandes cosas, mueve masas e inspira a otros chavales que avanzan sobre lo que otros difundieron en la red. Tenemos la posibilidad de avanzar a la velocidad de la luz, de convertir lo diferente en un todo, de unificar conocimientos y, esperemos que ideologías haciendo de éste un planeta unido con un único enemigo común, la ignorancia.
No guardes tus ideas en unas neuronas perecederas, difúndelo, es cuestión de tiempo que a otro se le ocurra. La humanidad avanza inexorablemente en busca de la iluminación y ningún cerebro egoísta podrá pararla.
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